lunes, 17 de octubre de 2011

JMGH

Parece mentira: estamos a mediados de octubre, hace calor y no hay Gran Hermano. Sí, ya sé que hay “Acorralados”, pero no es lo mismo; un otoño sin comienzo de GH es un otoño sin hojas amarillas, sin arranque de liga o sin vuelta al cole. Y más aún cuando, insisto, hace tanto calor. Mal asunto es éste de que ya ni siquiera las cuatro estaciones respeten el calendario. Así andan los parados, refrescando su inactividad en la playa, y los indignados, confundiendo el 15-M con el 15-O. Y así andamos los melancólicos de toda la vida de Dios, sin una triste gabardina que ponernos. Porque un otoño sin Gran Hermano y en manga corta ni es otoño, ni es ná. Para qué nos vamos a engañar.

El caso es que ese genio de la televisión (o de esa cosa que hace él en su lugar), llamado Paolo, nos ha vuelto a vasilar a todos con su ocurrencia de alargar el éxito de Supervivientes hasta el infinito y más allá, con la misma fórmula (famosos con morbo+escandalos planificados+multiparrilla retroalimentada) pero cambiando la playa caribeña por una granja asturiana y el accidente de un cuñado por la irrupción sorpresa de la Benemérita. Al parecer, la idea no va mal, aunque tampoco tan bien como se esperaba Il Commmendatore de la Carretera de Irún. De hecho, La Primera ha vuelto a superar a Telecinco pese a los esfuerzos de Jorge Javier y sus distintas troupes. Y es que una cosa es lograr un bombazo puntual y otra muy distinta repetirlo, por muchos sálvames que se le recen. Y no hablemos ya de mantener el tipo durante 12 ediciones...

Total, que GH no ha muerto, pero está hibernando mientras así lo decida don Paolo. Oficialmente se anuncia que volverá en enero, pero la cosa no debe de estar tan clara cuando se rumorea que Supervivientes regresará antes de que empiece la primavera, sabiéndose que dos gallos así nunca han coexistido en el mismo corral. A lo mejor se pretende ahora que el padre de todos los realities retorne a su ubicación temporal original de las dos primeras ediciones, esto es: primavera-verano en lugar de otoño-invierno. Cuestión de modas.

Y mientras tanto, ¿qué pueden hacer los incondicionales del programa? ¿Contentarse con ver a la Milá investigando para Cuatro, como una Samantha cualquiera? No parece muy consolador. Yo me atrevo a sugerir algo mucho mejor, inspirado en el enorme (y para muchos insospechado) poder de convocatoria entre la juventud que exhibió la Iglesia Católica el pasado verano. Efectivamente: propongo la celebración de las JMGH (Jornadas Mundiales de Gran Hermano). Un evento inolvidable que relanzará el formato, enorgullecerá a sus fans, captará nuevos adeptos, emocionará a doña Mercedes y engrandecerá aún más a don Paolo.

La cosa no tiene demasiado misterio: se habla con Gallardón (sin duda alguna, el alcalde español más predispuesto a organizar una cosa así), se convoca a los millones de fieles que Big Brother atesora en todo el planeta, se determinan los escenarios de todos los actos y se fija un calendario. De hacer las mochilas ya se encargarán los chinos en cuanto se enteren.

No me digáis que no os atrae el plan: multitudes de adeptos de la vida en directo, llegados de Holanda, Reino Unido, Brasil, Argentina o Rumanía, fundiéndose armónicamente y en alegre camaradería con otras grandes masas provenientes de Cataluña, Canarias, Galicia, Andalucía o Euskadi, lugares estos que, a la hora de conformar una audiencia para expulsar a un concursante, se agrupan bajo el nombre común de “España” (cosa que sólo sucede con este motivo salvo que haya Mundial de fútbol de por medio). Y la Milá, de suma sacerdotisa de la ceremonia en Cuatro Vientos, acompañada por los 12 ganadores de las distintas ediciones (nótese el paralelismo con los 12 apóstoles) y con el Gato Encerrado en un discreto segundo plano. Incluso se podría fabricar el “Pepemóvil” para que el triunfador de GH 7 saludara a sus muchos seguidores.

Habrá excursiones a Guadalix de la Sierra y Soto del Real, y los peregrinos ayunarán metódicamente para recrear las experiencias de los participantes que pierden la prueba semanal. En grandes pantallas se proyectarán los momentos más recordados de esta década larga de Grandes Hermanos, al tiempo que los fieles corearán como slogans las frases más felices del imaginario hermanista: “¡¿Quién me pone la pierna encima?!”, “¡Que me des los papeles de la paella!”, y otras muchas que los fieles se saben al dedillo, cual rosario laico. Hay que hacerlo ya.

Tal vez no sea una idea divina, pero a mí me parece endemol-iadamente buena.      

1 comentario:

  1. Hostia, y confesionarios gigantes en la Castellana, o en la calle Montera o en Parquesur... con enormes corazones abrazadores... y altavoces para k todo el mundo pueda oirlos... Divino realmente.
    ;-)

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